¿Cómo debemos demostrar ese amor? La Biblia responde: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos”. (1 Juan 5:3.) ¿Y qué buen resultado tiene eso en los que lo hacen? Juan dijo: “El que permanece en el amor permanece en unión con Dios”. (1 Juan 4:16)
La Biblia habla del corazón simbólico, que representa la persona interior, es decir, nuestros deseos, actitudes y sentimientos. Así que amar a Jehová con todo el corazón significa que antes que nada deseamos agradarle (Salmo 86:11). Demostramos que lo amamos haciendo que nuestra personalidad le sea grata. Y nos esforzamos por imitarlo ‘aborreciendo lo que es inicuo y adhiriéndonos a lo que es bueno’ (Romanos 12:9).
El amor a Dios moldea toda nuestra forma de pensar. Por ejemplo, tal vez tengamos un trabajo apasionante o absorbente, pero ¿es ahí donde está nuestro corazón? No. Dado que amamos a Jehová con todo el corazón, somos ante todo siervos suyos. También deseamos complacer a nuestros padres, a nuestro cónyuge y a nuestro patrono, pero demostramos el amor incondicional que sentimos por Jehová tratando sobre todo de agradarle a él. En resumidas cuentas, él merece el primer lugar en nuestro corazón (Mateo 6:24; 10:37).
Jesús demostró su amor sin reservas a su Padre repudiándose a sí mismo. Antepuso la voluntad de Dios a sus necesidades personales. Él nos invitó a seguir su dechado, diciendo: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su cruz y sígame de continuo” (Mateo 16:24, 25). En este contexto, repudiarse implica dedicarse a Dios. Significa que lo amamos tanto que deseamos que él sea nuestro dueño, tal como cuando un israelita de tiempos bíblicos, movido por el amor a su amo, se hacía esclavo permanente de este (Deuteronomio 15:16, 17). Nuestra dedicación a Jehová es prueba palpable de que lo amamos.
El amor crece si se cultiva como es debido. Por lo tanto, debemos dedicar tiempo a meditar sobre lo que ha hecho Jehová por nosotros y sobre las razones por las que merece nuestra devoción. Como descendientes imperfectos de Adán, nunca seremos merecedores de “las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman”, pero podemos demostrar que amamos a Jehová con todo nuestro ser. Sigamos haciéndolo
–Pero es tal como está escrito: “Ni el ojo ha visto ni el oído ha oído ni el corazón del hombre ha imaginado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman”.
1 Corintios 2:9.
09/05/2022 a las 4:25 PM
¿Cómo debemos demostrar ese amor? La Biblia responde: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos”. (1 Juan 5:3.) ¿Y qué buen resultado tiene eso en los que lo hacen? Juan dijo: “El que permanece en el amor permanece en unión con Dios”. (1 Juan 4:16)
La Biblia habla del corazón simbólico, que representa la persona interior, es decir, nuestros deseos, actitudes y sentimientos. Así que amar a Jehová con todo el corazón significa que antes que nada deseamos agradarle (Salmo 86:11). Demostramos que lo amamos haciendo que nuestra personalidad le sea grata. Y nos esforzamos por imitarlo ‘aborreciendo lo que es inicuo y adhiriéndonos a lo que es bueno’ (Romanos 12:9).
El amor a Dios moldea toda nuestra forma de pensar. Por ejemplo, tal vez tengamos un trabajo apasionante o absorbente, pero ¿es ahí donde está nuestro corazón? No. Dado que amamos a Jehová con todo el corazón, somos ante todo siervos suyos. También deseamos complacer a nuestros padres, a nuestro cónyuge y a nuestro patrono, pero demostramos el amor incondicional que sentimos por Jehová tratando sobre todo de agradarle a él. En resumidas cuentas, él merece el primer lugar en nuestro corazón (Mateo 6:24; 10:37).
Jesús demostró su amor sin reservas a su Padre repudiándose a sí mismo. Antepuso la voluntad de Dios a sus necesidades personales. Él nos invitó a seguir su dechado, diciendo: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su cruz y sígame de continuo” (Mateo 16:24, 25). En este contexto, repudiarse implica dedicarse a Dios. Significa que lo amamos tanto que deseamos que él sea nuestro dueño, tal como cuando un israelita de tiempos bíblicos, movido por el amor a su amo, se hacía esclavo permanente de este (Deuteronomio 15:16, 17). Nuestra dedicación a Jehová es prueba palpable de que lo amamos.
El amor crece si se cultiva como es debido. Por lo tanto, debemos dedicar tiempo a meditar sobre lo que ha hecho Jehová por nosotros y sobre las razones por las que merece nuestra devoción. Como descendientes imperfectos de Adán, nunca seremos merecedores de “las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman”, pero podemos demostrar que amamos a Jehová con todo nuestro ser. Sigamos haciéndolo
–Pero es tal como está escrito: “Ni el ojo ha visto ni el oído ha oído ni el corazón del hombre ha imaginado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman”.
1 Corintios 2:9.
10/05/2022 a las 10:03 PM
Hola yo tengo 9 años soy cristiana estudio en el liceo cristiano de guayaquil